—¿En qué lugar al otro lado del Estrecho nació?
—Nací en Ceuta y por lo tanto soy del territorio del agua del Estrecho, aunque me sienta muy mal este clima. Estudié Magisterio, saqué las oposiciones en Granada y estuve destinada en varias localidades granadinas. Después, me vine para el Campo de Gibraltar, donde he ejercido hasta que me jubilaron por enfermedad.
—¿Cómo estaba la enseñanza en sus inicios y hasta la fecha?
—Ha ido cambiando a peor, porque los planes de estudios que van sacando no son buenos y se nota que los que lo sacan no están en la escuela. Por otro lado, la autoridad del profesor se ha perdido y los padres deberían ayudar a los maestros.
—¿A qué es debida esa falta de respeto hacia los profesores?
—Es culpa de la sociedad y de los gobiernos, que están encargados de velar para que no se pierdan desde la cuna los valores. Cada vez se le da más valor al consumo. Hay niños de EEUU y de Francia que no quieren sus padres que vengan a España, porque hay aquí demasiada libertad, entendida como libertinaje. Porque los niños salen de noche de botellonas y eso es perjudicial para nuestra juventud. No estamos inculcándoles valores, ni que lean y ni que realicen actividades sanas.
—Las botellonas forman parte de lo que las autoridades políticas permiten en guetos o zonas exclusivas.
—A mi no me gusta ese tipo de diversión, será porque soy muy rara y yo no he sido esa clase de joven. Pienso que deberían buscarse alternativas para la juventud. Mi hija fue una vez para ver como era eso de las botellonas y no le gustó. Pero es que en Algeciras no hay nada para la juventud, ni siquiera un cine.
—Quién es culpable de que en Algeciras no haya alternativas, ¿la sociedad o las autoridades políticas?
—Es culpa es de los políticos, que no hacen y de la sociedad que no nos levantamos para protestar exigiendo lo que queremos y necesitamos.
—A nivel cultural y artístico, ¿cómo está Algeciras?
—Hay mucha gente que hace cosas, pero están muy escondidos. Cuando estaba trabajando me preguntaba, ¿dónde están los que escriben?, y no los encontraba por ningún sitio. Pero desde que me jubilé empecé a buscar y encontré un grupito interesante y hay un germen muy bueno.
—Según la decadencia que atraviesa Andalucía y España cultural, social, artística y creativa, ¿la cultura interesa a alguien?
—Creo que en general no interesa la cultura. La sociedad está más por el cotilleo y la prensa del corazón, que es lo que vende.
—¿Cuándo comenzó a escribir poesía?
—A los doce años, y recuerdo que me gustaba mucho Bécquer. Entonces escribía en plan cursi, pero hace unos años cogí todos mis poemas que tenía escritos y los quemé. Después me sentó muy mal porque no debería haberlo hecho. A los dieciocho años comencé a conocer a Machado y es mi poeta favorito.
—¿Qué es la poesía para usted?
—La poesía es rápida y automática como te sale del corazón. Pero la poesía no tiene la elaboración que tiene un relato o una novela. A mí no me gusta tanto la poesía porque lo que quiero es escribir novelas y relatos, pero me metí en un grupo en donde todo el mundo escribe poesía, salvo excepciones como tú que eres muy polifacético.
—Su línea poética es más dulce que rebelde
—Creo que es dulce, y normalmente lo que escribo es la dulzura de mí mundo interior. La poesía es una terapia para mí. Es donde expreso mis inquietudes. Y aunque sea dulce siempre hay una pincelada de tristeza y de melancolía en mis poemas. La poesía hay que hacerla clara porque debe llegar.
—Bien sabe que hay poetas que escriben desde otros poetas, ¿usted escribe desde su interior?
—Escribo desde dentro, y, aunque escriba del mar, estoy escribiendo de mí y de esta tierra.
—¿Lucha contra el poder de su mente?
—Debo luchar, y para ello hago yoga y he aprendido a respirar. Porque al parecer nacemos sabiendo pero después desaprendemos. En clase me quedaba sin voz y tuve que ir a un logopeda.
—¿Qué materias impartió?
—Fui profesora de Educación General Básica. Y daba lengua, francés y literatura que era lo que más me gustaba en sexto, séptimo y octavo curso. Pero con los críos impartía todas las materias.
—Recuerde un momento dulce siendo profesora...
—Soy muy despistada y por la calle voy metida en mi mundo. Y lo que más me gusta es que algún niño me pare y me diga: --Maestra, tú me diste clase, ¿te acuerdas de mí?--. Una vez fui con mi hija al Parque de las Ciencias de Granada. Y una chica mayor que estudió química y trabajaba allí cuando me vio me dijo: "Señorita, tú me distes clase en el colegio Fuentenueva de Granada". ¡Después de veintitantos años, que una alumna te pare y te recuerde con cariño!. Eso es muy emocionante.
—Desde aquellos manuscritos quemados, ¿qué es lo que ha escrito?
—Empecé a publicar por casualidad, porque después de más de veinte años en el colegio Juan Ramón Jiménez de Salobreña se acordaron de mí, a pesar de haber estado tan solo como profesora en un curso escolar. Me solicitaron que escribiera algo para conmemorar el 25º aniversario de la creación del centro. A partir de ahí comencé a colaborar en diferentes revistas culturales del Campo de Gibraltar.
—¿Tiene intención de publicar sus poemas?
—No tengo intención de publicarlos, pero, si alguien cree que son suficientemente buenos, que venga a buscarlos. Yo no voy hacer nada por publicarlos, porque ya lo han leído mi familia y la gente de mi entorno, que es la que me interesa y sé que ellos no me van a mentir.