A principios de esta semana tuve la suerte de poder visitar el Parlamento Europeo para participar en unas jornadas de apoyo a la causa saharaui. Esta breve estancia en Bruselas me ha permitido conocer de primera mano el funcionamiento de las instituciones comunitarias y los asuntos que allí se están trabajando.
A principios de esta semana tuve la suerte de poder visitar el Parlamento Europeo para participar en unas jornadas de apoyo a la causa saharaui
Uno de los más importantes es la firma del acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y Mercosur, el bloque económico formado por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. El tratado llevaba más de dos décadas empantanado y, a día de hoy, cuenta con la firme oposición del sector agrícola y ganadero español, y de países como Francia, Italia, Polonia o Países Bajos.
Un par de días antes de la firma de este acuerdo, Germán Beardo publicaba un vídeo, mucho menos cuidado de lo habitual, en que trataba de dar su versión sobre el escándalo de reciente viaje a Argentina.
Dicha expedición surgía “gracias a las buenas relaciones internacionales que tengo” y que posibilitaron que “en la WorldTravel Market de Londres, el 5 y 6 de noviembre, me vi con representantes del gobierno argentino y me invitaron a su tierra para abrir nuevas misiones comerciales para la provincia de Cádiz y para El Puerto también, y esa agenda completa de trabajo va a dar sus frutos, porque el año que viene lo vamos a meter en la agenda de internacionalización de empresas de la provincia de Cádiz”.
Quizás esa avanzadilla comercial de Beardo fuese el empujón que necesitaba la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, para armarse de valor, hacer caso omiso a las advertencias del presidente francés Emmanuel Macron, y dirigirse a Uruguay para cerrar este acuerdo comercial que amenaza la soberanía alimentaria, el medioambiente y la salud de la ciudadanía europea para favorecer a los gigantes de la industria agroalimentaria. Algo se comentaba por los pasillos de Bruselas.
Suena ridículo, lo sé. Disculpad, pero todo en torno a este viaje lo es. Beardo ha tratado de cerrar el asunto con unas explicaciones que en la calle no se cree nadie, tampoco en el PP ni en la Diputación.
Todavía no sabemos quién pagó el viaje, ni qué hacía allí el afamado propagador de bulos, Javier Negre, ni el porqué y el para qué de la comitiva que acompañaba al alcalde. Este viaje tiene muchas sombras y, de momento, Beardo no ha arrojado luz sobre ninguna. Debe dar explicaciones.
Che, qué quilombo.
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