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"FELIPE VI, el último", por Carolina Rodríguez

Artículo de opinión de Carolina Rodríguez, de Izquierda Unida

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  • CAROLINA RODRÍGUEZ, DE IU EL PUERTO. -

Hace diez años Felipe VI fue coronado rey de España, un hecho que contra el clamor de muchos marcó la continuidad en una institución obsoleta y antidemocrática. Hoy, una década después, es el momento de reflexionar sobre la monarquía y plantear un cambio hacia una verdadera democracia republicana.
La transición hacia una república no sólo es deseable, sino necesaria para democratizar verdaderamente todas las instituciones del Estado.  La monarquía española, como cualquier otra, representa una institución anacrónica, arcaica y opuesta a los valores democráticos. 
La existencia de una familia real que ostenta el poder por derecho de nacimiento y por la gracia divina es incompatible con el principio de igualdad de todas las personas ante la ley. La monarquía perpetúa privilegios heredados y desigualdades sociales inaceptables en una sociedad en la que aspiramos a la justicia y la igualdad de todas y todos.
Durante estos años, Felipe VI ha intentado mantener una imagen de neutralidad y servicio al Estado. Sin embargo, sus esfuerzos han sido en vano. 
La monarquía sigue siendo un símbolo de corrupción, falta de transparencia y desconexión creciente entre las élites y la ciudadanía, lo que pone en entredicho la legitimidad de la institución.
La transición hacia una república no sólo es deseable, sino necesaria para democratizar verdaderamente todas las instituciones del Estado. 
Una república garantiza que los cargos públicos sean accesibles a cualquier ciudadano o ciudadana por mérito y elección popular, no por herencia. 
Es un paso esencial para asegurar que el poder político, en su totalidad, emane del pueblo y esté sujeto a su control.
Además, una república puede abordar con mayor eficacia los derechos sociales y la igualdad. La monarquía, con su opulencia y privilegios, contrasta fuertemente con la realidad de la mayoría social que enfrentan precariedad laboral, pobreza y falta de acceso a servicios básicos. Un sistema republicano enfocado en la justicia social puede priorizar la inversión en educación, sanidad y vivienda, y crear políticas que reduzcan las desigualdades.
La construcción de la Tercera República debe ser un proyecto inclusivo y democrático, que invite a todos los sectores de la sociedad a participar en el diseño de un nuevo marco institucional. Este proceso debe basarse en un debate abierto y participativo, que refleje la diversidad y pluralidad de nuestro país.
El décimo aniversario de la coronación de Felipe VI es una oportunidad para replantearnos el futuro. La monarquía, con sus privilegios y desigualdades inherentes, no tiene lugar en una sociedad que aspira a la verdadera democracia, justicia e igualdad. 
La Tercera República es el camino para construir un futuro donde todas y todos seamos verdaderamente iguales y donde las instituciones estén al servicio del bien común, no al revés.

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