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Escrito en el metro

La senda de Fibonacci

En su somnolencia un anciano de poblada barba blanca se le presentó como Helicón

Publicado: 17/04/2024 ·
12:22
· Actualizado: 17/04/2024 · 12:22
  • Helicón o Visita de Minerva a las Musas. -
Autor

Salvo Tierra

Salvo Tierra es profesor de la UMA donde imparte materias referidas al Medio Ambiente y la Ordenación Territorial

Escrito en el metro

Observaciones de la vida cotidiana en el metro, con la Naturaleza como referencia y su traslación a política, sociedad y economía

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En la columna anterior Ámiam descubre el mensaje del cuaderno de Linneo, entendiendo que sólo la flor de la vida puede detener el más indeseable futuro. Amodorrado se acurruca en su pequeño sofá dejándose llevar por un curioso madrigal gongorino. Así progresa hacia el segundo hexágono, quedando colgado en algunos de sus versos. En concreto aquellos que ideó para ser inscritos en el frontal de una poza: El líquido cristal que hoy de esta fuente admiras, caminante, el mismo es de Helicona; si pudieres, perdona al paso un solo instante: beberás (cultamente) ondas que del Parnaso, a su Vega tradujo Garcilaso. En su somnolencia un anciano de poblada barba blanca se le presentó como Helicón. Si quieres llegar antes a tu objetivo del gran polígono, le dijo con voz serena, debes beber de estas aguas parnasianas, entenderás entonces que la disposición de esta flor, al igual que otras muchas, responden en su esencia al número áureo. Tal como le insinuó después, tan solo debía seguir la senda marcada por Fibonacci, y alcanzaría, no sólo a tomar la flor, sino podría mostrársela a la pérfida dama veladora del Osirión de Gominolia y superar la puerta custodiada por Illacius y el Caballero del paso cambiado. Helicón le advirtió que en todo momento la portadora de la flor debía ser la más joven de las ninfas que allí habitaban. Carmen, la del encanto del jardín, la que fue capaz con su canto de detener el cielo, las estrellas, el mar y los ríos, realizaría la ofrenda para una paz duradera.

El líquido cristal que hoy de esta fuente admiras, caminante, el mismo es de Helicona; si pudieres, perdona al paso un solo instante: beberás (cultamente) ondas que del Parnaso, a su Vega tradujo Garcilaso

Ámiam, el amigo que dice que tiene mi amigo, despertó de aquella siesta mucho más allá de los diecinueve minutos que se recomiendan para que esta sea reparadora y posibilite frescura para seguir pensando con claridad. Sin embargo, su despertar fue más risueño y feliz que en las jornadas anteriores. Visionar a duermevelas que el futuro sería mucho más positivo de lo que vaticinaban los agoreros era alentador. En sus oídos aun resonaban los últimos versos de aquel madrigal de Góngora en la voz de la joven ninfa, cuando decidió no seguir con aquella liturgia vespertina.

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