En el primer verano sin las restricciones por la pandemia sanitaria en vigor, y en medio de un Xacobeo extendido al 2022 por intercesión papal, Compostela es una ciudad histórica bajo una fuerte presión turística, ante la cual unos piden regular y unos límites, mientras otros ven un salvavidas económico.
Sea como fuere, hay una avivada discusión en la calle, esta alarma ha llegado a la clase política y ha vuelto a hablarse, y con fuerza, de la imposición de una tasa turística.
Gritos, cánticos, multitud de macutos en el suelo, bastones sin gomas que dañan la piedra, grupos muy numerosos que no se separan e ignoran las luces de los semáforos interrumpiendo el tráfico normal y mascarillas o calzado deportivo en árboles ha llevado a tres entidades vecinales a lanzar y divulgar un decálogo de buenas prácticas para el tramo final del Camino, que es Compostela.
El conjunto de reglas, presente en farolas y postes, refleja en esencia la necesidad de acomodarse entre todos partiendo de la base de que en los lugares por los que los romeros transitan hay personas que residen.
Es por ello que los firmantes -A Xuntanza, Lavacolla Activa y la asociación empresarial barrio de San Pedro- ponen el acento en que se traiciona el espíritu de la histórica ruta de peregrinación cuando se viola el civismo, la convivencia entre quien habita y el que visita.
Los comportamientos inadecuados son los que hoy están crispando. Y pese a ser mayoría los que respetan, cuando no pasa, eso hace mucho daño.
El historiador de arte Miguel Ángel Cajigal, alias el Barroquista, es uno de los más activos en redes sociales. Son varios los ejemplos que cuelga de lo que no se debe hacer y, en su Twitter, valiéndose de la retranca, concluye, después de esas muestras, que "tolerancia" es que la gente "tenga que aguantarlo sin decir nada".
El Gobierno local, que preside el socialista Xosé Sánchez Bugallo, ha mostrado inquietud esta semana.
El experimentado regidor ha pedido en declaraciones públicas un "esfuerzo de acogimiento" pese a que en "algún momento", o incluso "algunos días", todos nos podamos sentir "un poco agobiados". Y ha prometido exigir "el mejor comportamiento posible".
El presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, ha remarcado en una comparecencia que "todo el mundo es bienvenido mientras actúe con civismo", más allá, ha matizado también, "de lo que pueda suponer la presencia de muchas personas en un momento dado". Por lo demás, la afluencia "no perjudica a nadie, sino todo lo contrario".
El máximo mandatario autonómico ha encuadrado las críticas masivas en la presencia de los doce mil chavales de la Peregrinación Europea de la Juventud (PEJ), reunión que empezó el pasado 3 y concluye este domingo.
Esa fiesta de la fe, bajo el lema "Joven, levántate y sé testigo", ha acrecentado los reproches por la masificación de algunos espacios públicos y las alabanzas, en tono elevado y sin horario, para exaltar el nombre de Jesús.
Marta Lois, portavoz del grupo municipal Compostela Aberta, el que en el mandato anterior gobernaba con Martiño Noriega al frente, ha demandado reaccionar "de una vez" convencida de que la coexistencia "está en riesgo por un modelo turístico depredador" que ha expulsado a residentes habituales y mermado el comercio local, sustituido por la proliferación de tiendas de recuerdos.
No pueden negarse por más tiempo "las evidencias", ha avisado Lois en una intervención ante la prensa.
Entre los negocios varios, hay de todo y pocas ganas de hablar con nombres propios. Unos creen necesario ordenar y otros consideran que hay que aprovechar la coyuntura después de las limitaciones impuestas por el virus que golpeó al mundo entero.
Julio fue el mes con más Compostelas expedidas: 67.734. La mayor cifra de la historia para las credenciales que acreditan haber completado 100 kilómetros a pie, o 150 en bici, de una de las rutas que convergen en la capital gallega, cuya zona vieja es Patrimonio de la Humanidad.
Ahora, toca hacer agosto. Y hay tema para debatir. Largo será su recorrido.
Galicia
Santiago ante el turismo de masas: debate en la calle y alarma en la política
Compostela es una ciudad histórica bajo una fuerte presión turística, ante la cual unos piden regular y unos límites, mientras otros ven un salvavidas económico
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