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Cádiz

La deuda moral con las víctimas de la explosión de 1947

El investigador José Antonio Aparicio publica “Una catástrofe anunciada”, en torno al sumario judicial que se abrió tras la tragedia de Cádiz

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  • Imágenes de las consecuencias de la tragedia ocurrida en Cádiz. -

José Antonio Aparicio ha publicado ya varios libros sobre la explosión de 1947. En ellos ha profundizado en la memoria de las víctimas, en la huella física y emocional que supuso aquella tragedia ocurrida en Cádiz la noche del 18 de agosto de aquel año, cuando una arsenal de minas reventó y causó decenas de muertos y miles de heridos. Ahora, su último libro, “Una catástrofe anunciada. Los papeles secretos de la explosión de 1947” (Ediciones Mayi), profundiza en otro aspecto. “Me centro en el sumario de la causa. Siempre se sospechó que hubo un intento de ocultar lo que ocurrió. Este libro demuestra que lo que era una sospecha fue una auténtica realidad”.

Este 18 de agosto se cumplirán 75 años de una de las mayores tragedias ocurridas en Cádiz en toda su historia. Aquella noche explotó gran parte de la base de defensas submarinas que se ubicaba en el barrio de San Severiano. Las cifras oficiales hablan de 150 muertos y 5.000 heridos. Mucho se ha escrito de lo ocurrido: de las voces de alarma que se dieron sobre el peligro de acumular tantas minas en aquel lugar, del los héroes que evitaron que aquello fuera mucho peor, del silencio impuesto tras la dictadura, de las víctimas a las que no se atendió.  “Yo he trabajado mucho con la vida de las familias que padecieron aquella tragedia directamente, sobre la memoria de las víctimas. Pero en este libro he querido ahondar en el sumario de la causa, demostrar que hubo cosas que se ocultaron para que nadie asumiera ninguna responsabilidad por lo ocurrido”, explica Aparicio. Según relata, dos días después de la explosión, el 20 de agosto de 1947, el juzgado de instrucción de Cádiz inicia diligencias.

“Aquellas minas no vinieron a Cádiz de casualidad. Hay que entender el contexto tras la guerra civil y la Segunda Guerra Mundial. Aquellas cargas vinieron de Italia, no las quisieron en Cartagena y llegan a Cádiz en una situación que se quiso ocultar, de ahí que yo trate de rellenar algunas lagunas existentes”, añade el autor, quien señala varios testimonios de militares y de autoridades como algunos alcaldes que habían advertido de los riesgos de acumular esos explosivos allí. Una de las novedades de este libro es que Aparicio pudo conocer al hijo de Mariano de las Mulas Mesones, el hombre que figura como juez instructor de la causa. “He podido conocerle mejor y he descubierto que ni siquiera era juez. Era un prestigioso abogado de Cádiz, que estaba sustituyendo a alguien”. Según su investigación, De las Mulas sí logró avanzar en la investigación. “Tomó declaración a testigos, a personal del astillero, realizó pruebas periciales…”. Pero, un mes después, justo cuando trata de tomar declaración a algún militar, el juzgado togado de San Fernando, que también había iniciado simultáneamente su propia investigación , le pide que se inhiba y así lo hace.  “Al final la Armada fue la que se investigó a sí misma y determinó, claro está, que no había ninguna responsabilidad”, lamenta José Antonio Aparicio. Su libro señala específicamente cómo esa causa militar no incluyó los informes que cuatro años antes habían advertido de que la acumulación de minas en San Severiano “podía llevar a una catástrofe nacional”.


El libro “Una catástrofe anunciada” se presentará el 9 de julio en la feria del libro de Cádiz. “Creo que va a ser una de las últimas oportunidades que vamos a tener para contar lo que sabemos de la explosión de Cádiz de 1947. Una de las últimas ocasiones para compartir lo que nos duele, una especie de catarsis sobre una catástrofe que, además de anunciada, fue después silenciada”, dice el autor. Aparicio es especialmente crítico con las autoridades que hoy en día tratan de callar lo ocurrido. “Siguen queriendo ignorar lo que pasó. Llegamos a un punto en que casi ya no nos permiten entrar a los investigadores en el Instituto Hidrográfico (dependiente de la Armada), que está levantado sobre el lugar de la tragedia. No nos escuchan”. El escritor es también crítico con el Ayuntamiento de Cádiz. “Les presentamos en enero una lista de actos que se podían hacer para conmemorar el 75 aniversario de la explosión, pero ni siquiera los nuestros nos escuchan”.

A pesar de esta frustración, Aparicio ha escrito este nuevo libro para que la explosión no se olvide. “Económicamente a las víctimas ya no se les va a devolver nada. Todo ha prescrito. Pero con las víctimas de la explosión de Cádiz sigue existiendo una deuda moral”, dice el autor emocionado. “Y esa deuda moral no prescribe nunca”.

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