Desarrollar su evolución histórica, daría no solo para un breve artículo periodístico como es el caso que me motiva; se habría de tratar en una interesante obra literaria como así lo merece su pasado.
Aprovechando los presentes días en que se celebra como cada año y desde el de 1890 en que se festejó por primera vez, la popular verbena o feria en honor a San Juan Bautista que desde entonces y anualmente se desarrolla en aquel rincón de nuestra población, así constan los inicios de la fiesta de San Fernando según sesión de cabildo de fecha 11 de junio de 1890.
“Instancia en la que D. Guillermo Herrán y otros vecinos más del barrio de la Casería de Osio, exponen proyectar y ejecutar algunos festejos en el citado barrio, con motivo de la próxima festividad de San Juan Bautista. Solicitando por todo ello de este ayuntamiento, la preceptiva autorización, y alguna ayuda o subvención económica para poder llevar a cabo los mismos. Seguidamente se abrió debate sobre tal cuestión, acordándose autorizarlo y conceder una ayuda entre 40 a 50 pesetas”.
Pero el barrio de la Casería de Ossio, antaño denominado de San Francisco de Paula, está íntimamente ligado a mi vida, y a la de mis padres y hermanos y gran parte de mi familia materna, pues en una de sus antiguas y desaparecidas huertas nací la tarde del día 13de junio de 1958. Concretamente en la vieja huerta del desaparecido hospital naval de San Carlos, al cual abastecía de verduras, hortalizas, leche de vaca y carne de cerdos que en ella se cultivaban y criaban.
Aún recuerdo nítidamente las imágenes de lo que por entonces era mi barrio. Plagado de huertas y zonas rurales. De caminos terrizos y mal iluminados en algunos casos como el viejo camino de la cruz o Calle de Magallanes, serpenteado en sus márgenes por enormes eucaliptus, donde se solían reunir los cazadores al acecho del paso de las tórtolas.
Un año antes de mi nacimiento, dejó de recorrer también parte de sus calles y del resto de nuestra población aquel viejo tranvía desde el año de su inauguración allá por el 1906. Y lo hacía procedente del pueblo, como así nuestros ancestros solían denominar al centro de la ciudad, a partir de la frontera o eje divisorio nacido tras la construcción del trazado de la línea del ferrocarril (1857 - 1861), siendo sus puntos fronterizos el viejo y profanado puente de la Casería, y el también desaparecido paso a nivel junto a la estación del ferrocarril.
Aquel tranvía que transitó casi por espacio de 51 años por nuestra población lo hizo por nuestro barrio procedente del puente tras dejar atrás las casas baratas y el barrio del Cristo, para adentrarse en el camino de la Cruz o Calle de Magallanes y acceder al callejón de los toros o Calle Batalla del Ebro y al llegar a la hoy Calle Profesora Matilde Vez García, formar un cruce que dio nombre a dicha zona y al bar regentado por D. Miguel Oneto, cuyo recuerdo personal plasmo en un curioso cuadro que aún se conserva en el interior de su establecimiento Bar el Cruce.
Luego se adentraba al Paseo Capitán Conforto y al pasar junto a la puerta del cuartel de batallones del arma de nuestra gloriosa Infantería de Marina, se produjo una curiosa historia entre aquel célebre tranvía y su guardia militar de la época. Dicha historia verídica como nos contaba aquel del chiste de los garbanzos era la siguiente.
No es ninguna leyenda pues me la contó varias veces mi padre Germán Maruri López, soldado voluntario de Infantería de Marina que ingresó en 1943 y alcanzó el grado de sargento poco antes de causar baja voluntaria en el mismo en 1956. Nos relataba nuestro padre, cómo cansados aquellos centinelas que celaban aquel punto de entrada al cuartel, de tantas preguntas que les lanzaban el personal que pasaba junto a ellos, sobre donde se encontraba en aquel momento dicho tranvía si en el pueblo o en la Avanzadilla frente al arsenal, para evitar dar tantas respuestas a la misma pregunta, ingeniaron y colocaban según pasaba el citado tranvía, un chino peludo de aquellos que pavimentaron antaño nuestras calles isleñas, sobre la boca de los dos cañones que aún existen en dicha puerta y de esta manera se les informaban a los transeúntes dónde se encontraba el tranvía en aquel momento. Más de una vez se olvidaron de colocarlo correctamente, creando la consiguiente confusión.
En alguna que otra ocasión, aquel tranvía descarriló y se salió de sus vías junto al viejo puente. Y como en otras ocasiones este era puesto sobre sus vías, con la ayuda de algunos vecinos y cercanos hortelanos, con el empleo de bestias para lograrlo.
También por la década de los años 60 del pasado siglo, recuerdo perfectamente el paso del ganado hacia el antiguo matadero de nuestra ciudad o hacia el de Cádiz capital. Y de cómo a veces, estos causaron peligrosos momentos en nuestro vecindario, que nos marcaron para siempre cual trauma de nuestra niñez.
La escasa luminosidad de sus calles y caminos, motivaron la proliferación de una serie de leyendas y mitos de espectros y apariciones. Todo aquello tenía una clara explicación, pues aquellos fantasmas no eran sino meros traficantes y delincuentes dedicados al contrabando y al estraperlo de una época oscura de nuestra historia local, que se extendió literalmente por toda nuestra población. El miedo a lo desconocido motivada al vecindario a recogerse temprano y a no transitar por sus calles y caminos y así dejaba el campo libre a tales malandrines que campaban a sus anchas; perseguidos por supuesto por las fuerzas del orden público, que a veces logró detener y desenmascarar a dichos fantasmas.
Antes lo comenté, y me refiero a que para tratar con cierta profundidad la historia de nuestro querido barrio, habría para hacerlo mediante un interesante libro en el cual se recoja su interesante historia.
Aquí lo dejo, en este mágico día de San Juan día de mi santo, a la espera de que el fuego purificador de esta noche mágica, haga realidad el milagro de su fin.
Dedicado a los vecinos, familiares y amigos del barrio de la Casería de Ossio, con especial dedicatoria a su AVV y a su presidente D. Domingo Sirviente.