Es evidente que los europeos vivíamos en un sueño del que hemos despertado de golpe la madrugada del 24 de febrero. Los horrores del Holocausto y la locura demoníaca de Hitler pensábamos que habían conseguido colmar la capacidad de asombro macabro y espeluznante porque se había llegado al cenit de las atrocidades cometidas por los hombres. Nos creíamos vacunados contra la barbarie. Ha sido así desde 1945, especialmente para los países occidentales, porque los acuerdos de Yalta y la Guerra Fría condenaron a vivir bajo dictadura a Europa central y oriental. También a España y Portugal.
Putin ha sido el cruel despertador del sueño. Es un tirano para su país, un dictador que desea marcar un nuevo camino a Europa. No cabe equidistancia. No procede reparto de culpas. Sólo los regímenes autoritarios apoyan al dictador ruso, que es merecedor de convertirse en un paria internacional, si se quiere que sobrevivan las democracias y la Unión Europea. En cierta medida Putin quiere que paguemos lo que puso en marcha, subido sobre un tanque, Boris Yeltsin, cuando inició el camino de la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) para encabezar -borracho casi siempre- la nueva Rusia, a la que hizo sucesora internacional de todos los activos de la URSS. Putin quiere desandar ese itinerario y ha decidido unilateralmente, basado en la ensoñación histórica de la Madre Rusia zarista, que lo paguemos los demás. La “Guerra de Putin” frente a la “Casa Común Europea” de Gorbachov.
Ucrania es el “eslabón débil” hacia la reconstrucción de la nación que Putin tiene en la cabeza. Frente a él, hasta el día de hoy, los ucranianos han asumido lo que el resistente por antonomasia frente al nazismo, Winston Churchill, recita en el metro londinense - en la ficción - en El Instante más Oscuro, de la obra Cantos de la Antigua Roma, de Thomas Macaulay, refiriéndose al héroe romano que se opuso a la invasión etrusca, Publio Horacio Cocles:
“A todo hombre de esta tierra tarde o temprano le llega la muerte ¿Qué mejor manera de morir puede tener un hombre que la de enfrentarse a su terrible destino, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?”.
Éste es hoy el durísimo destino de los ucranianos. Si no se remedia por las democracias de todo el mundo libre.