El tiempo en: El Puerto

Notas de un lector

La belleza de otro tiempo

El autor rondeño se reconoce en un espacio cálido desde el cual ha aprendidoa cobijarse yrevivirse en una suerte de cómplice azar

Publicado: 21/02/2022 ·
11:52
· Actualizado: 21/02/2022 · 11:52
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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En su primera acepción, el diccionario de la RAE define raigambre como el “conjunto de raíces de plantas y otros vegetales entrecruzadas en el terreno”. Y, en su segunda, anota: “Conjunto de antecedentes, intereses o hábitos que hace que una cosa sea estable o segura o que ligan a una persona a un lugar determinado”.Ambas interpretaciones, serían válidas y complementarias a la hora de adentrase en la “Raigambre” (La Serranía. Alcalá del Valle. Cádiz,  2021) que ha tejido Miguel Ángel Rincón Peña en su octavo poemario.

     En la frontera de estas páginas, tal y como anota en su prefacio Francisco Rodríguez Gómez, “se entremezclan la añoranza y el presente para envolverlo todo en un paisaje pentagramático”. Desde la acordanza, el yo lirico dispone y predispone su corazón y se deja ganar por una tierra común y familiar, por un mismo haz de luces que baña los escenarios (“Volver a Ronda es sufrir en silencio/ la belleza de otro tiempo lejano,/ un tiempo que no volverá jamás”) y protagonistas del ayer (“La única patria que he conocido/ ha sido el regazo de mi madre,/ su mirada y su inconmensurable amor./ La única bandera que he tenido/ han sido sus manos, sus pequeñas manos/ siempre abiertas y dispuestas”).

     Residente en Prado del Rey desde su infancia, el autor rondeño se reconoce en un espacio cálido desde el cual ha aprendidoa cobijarse yrevivirse en una suerte de cómplice azar. Y así, abrigadoa un verso mnémico, sugeridor, va poblando de pretéritos instantes el hoy que siente hondo en sus adentros. Zahara, Arcos, El Bosque, VIllaluenga del Rosario, Espera…, abren de par en par las puertas de su blancura y su belleza y se tornan verbo entrañable, evocador. Como también, se vuelve conmemoración la brisa de la playa gaditanaenvuelta en sus azules: “Esto que escribo no es un poema,/ sino una lengua que te recorre/ como recorre a orilla de La Caleta/ el lamido silencioso del mar”.

     Lo íntimo, lo familiar, va ganando terreno, a su vez, al par de estos poemas, en los que la inocencia del hijo (“…observa la calle/ tras el cristal de la ventana:/ le gusta contar los coches que pasan/ decir sus colores, explicar sus formas…”), la eternidad de lo materno, o la antigua voz del padre (“era un anhelado abrazo,/ un paseo solitario por el parque,/ un cuento para dormir/ que nunca llegué a escuchar”), se anudan a una realidad creciente, desbordada por los años que conforman lo que somos y cuanto dejamos de ser.

El tridente temático universal, amor, tiempo y muerte, se completa a lo largo del volumen y sustantiva la voz de Miguel Ángel Rincón, en tanto le sirve para ordenarse y ordenar lo acontecido,y cuanto aún resta, “porque la vida/ se ha convertido/ en una hoguera;/ el fuego se introduce/ por cada poro de la piel”.

    En suma, un poemario desnudado de oropeles, resuelto con honestidad y solidario en su acordada intención de sabernos y de hacernos más humanos: “Nunca estoy solo cuando/ me adentro en el bosque/ y piso esta alfombra/ hecha de verde hierba,/ de terruño y hojarasca;/ cuando camino junto al río/ escuchando su rumor parsimonioso”.

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