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San Fernando

Un palio para la Esperanza a la espera de la decisión de los hermanos de el Huerto

Los bocetos de Curro Claros han quedado expuestos en la planta baja del Centro de Congresos tras la presentación realizada por Francisco José Cabello Fernández.

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Primero el descubrimiento de los bocetos frontal y lateral del nuevo paso de la Virgen de gracia y Esperanza Coronada, obra del malagueño Curro Claros. Luego la explicación de la obra, que deberá se aprobada por los hermanos de la Hermandad del Huerto en cabildo, por parte del cofrade y comunicador también malagueño, primo y amigo del diseñador, Francisco José Cabello Fernández, pormenorizando todos y cada uno de los detalles del proyecto de palio. Y luego las intervenciones del propio diseñador y tras la entrega de sendos regalos a Claros y Cabello -una cañaílla de plata sobre madera- las palabras del hermano mayor del Huerto, Jesús Rodríguez Quijano, congratulándose de este nuevo paso que se espera se haga realidad y que corresponda al sentir de la mayoría de cofrades que salen de la Pastora cada tarde del Martes Santo.

La presentación del paso de palio ha dado comienzo por un elemento muy singular, el llamador. El mismo navega sobre flores primorosamente escogidas porque haciendo honor a la tradición marinera y la unión indisoluble con el mar de esta tierra, el llamador toma forma de barquilla con tripulación celestial. Sobre la misma, tres angelitos anuncian la llegada de Madre de Gracia y Esperanza. En sus manos, el ancla de la Esperanza que nos une a la Madre de Dios, recogida entre redes marineras y simbolizan la protección de todo cristiano en el regazo de nuestra madre y señora. El segundo de ellos toca una caracola, anunciando a sones de “Dios te Salve” que entre las tempestades del tiempo, la vida y el día a día, siempre está Ella y el tercero de los ángeles… el tercero de los ángeles indica, con su mano diestra, que Ella es el único y verdadero camino para llegar hasta Él. Bajo su brazo porta el salvavidas, símbolo de la protección que nos brinda cada día, en cada adversidad la madre de Dios. Y esta barca de fe, amor y Esperanza se alza sobre la cola de un león marino, que quiebra su fuerza ante la magnificencia de María. Suena el llamador, se abren las puertas del cielo, la tierra tiembla y a la voz del capataz, suena la orden cuyo sonido da nombre a la barquilla: “al Cielo”, frase hecha oración que se escuchará infinidad de veces, a lo largo de la vida y en cada tarde y noche de martes santo.

A partir de este momento, el paso se divide en dos secciones bien diferenciadas, la parte humana y la parte divina. Sendas realidades quedan intercomunicadas indisolublemente.

Bajo el llamador, los respiraderos sirven de unión entre la cuadrilla y el capataz, pero también de filtro por donde cuelan las emociones, las oraciones, los sentimientos y las vivencias, siendo pisadas elegidas por Ella para cada tarde de Martes Santo.

El moldurón es una sinfónica de formas cóncavas y convexas, profusamente ornamentadas con hojarascas. Las más estrechas son elegidas para servir de base y con forma de capiteles valientes para los varales que nos llevarán a la segunda sección de este paso de palio.

De este moldurón nacen los respiraderos, inspirados en la obra de Juan Manuel Rodríguez Ojeda y siguiendo el estilo regionalista que otorgó a pasos tan relevantes como el de la Esperanza Macarena, entre otros. Aparecen profusamente bordados, con motivos florales que brotan de jarras que rematan la zona inferior de los mismos. Dichas jarras sirven de custodias para medallones especialmente seleccionados, ya que nada queda exento de sentido en este relicario. Bordeando los medallones un guiño y una seña inconfundible de identificación con el Señor: unas hojas de olivo de las que nacen tres olivas a cada lado del mismo. En ellos, el diseñador ha dejado muestra de tres heráldicas especialmente vinculadas a la hermandad.

 

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En un lateral, el escudo de Antonio Ceballos Atienza, quien fuera Obispo en el año 2006, año de la coronación canónica de María Santísima de Gracia y Esperanza. El escudo de Pío XII, quien fuera Papa en el año 1943, año de la fundación de la hermandad. El escudo del Obispo Tomás Gutiérrez, prelado de la diócesis en el año de la fundación de la corporación nazarena. El escudo de Benedicto XVI, quien fuera Vicario de Cristo en el año de la coronación de la reina y madre de Gracia y Esperanza y para finalizar, el escudo del Beato Marcelo Spínola, cotitular de la hermandad.

Cubriendo la penitencia de los cargadores, aparece el infinito y eterno verde del terciopelo más esperancista. Ese verde olivar, con bordados en oro con forma de galones, olivar bajo el que cargadores dedican sus plegarias en una devoción marcada con cada empuje de almohada en la trabajadera. Toda una simbología de hojarascas, rocayas y redes, rematada en cada esquina por el ancla de la Esperanza que nos hace aferrarnos a la fe en María.

Sobre ese terciopelo, tres medallones enmarcarán tres escenas de la vida de María. Tres medallones que descansarán sobre la espalda de tritones que se rinden ante la Excelsa Virgen María. En uno de sus laterales, uno de los momentos más importantes para el cristiano: un ángel bajó de los cielos y se presentó ante la Virgen María. “Dios te Salve, María, llena eres de gracia”. El momento de la anunciación del nacimiento de Jesús marcará uno de los pasajes evangélicos de los faldones. En el otro lateral, el momento en el que, guiada por la mano de Dios, María se dirige a visitar a la prima Isabel y se nos regala la mejor de las oraciones que tenemos los hijos de Dios para nuestra queridísima madre: el Magníficat. Orlado en ese lateral, encontraremos la visitación de María a Su prima Isabel.

Y para el frontal queda el momento en el que al final de Su vida terrenal, María sube a los cielos en cuerpo y alma, dogma de fe, promulgado por el Papa Pío XII en el año 1950.

Para finalizar esta primera parte, la parte que une el cielo y la tierra, el mar y la inmensidad de ese trocito celestial que pisa la madre de Dios, cuatro detalles que no dejarán indiferente a nadie.

Cuatro maniguetas realizadas en plata, cargadas de simbología marinera y esperancista, finalizan la parte terrenal del paso. Con forma estilizada, a la par que dinámica por las curvas que las conforman, el diseñador propone unas maniguetas que recuerdan al mascarón de proa de los grandes navíos que surcaban el Atlántico en épocas pasadas. Partiendo de un borlón que cuelga desde su exterior, una maroma recorre la totalidad de la manigueta, rodeándola para terminar uniéndola al moldurón con tres fuertes vueltas que nos recuerdan la firmeza de la Esperanza. Motivos vegetales decoran las piezas, dejando una rocalla en la parte superior de la pieza.

En la parte divina, encima de los respiraderos, como salvas al cielo, nacen doce varales, a seis por estribor y seis por babor de este navío que surcará las calles isleñas de San Fernando. Doce salvas sobre un basamento de formas octogonales que, tras un estilizado paso, dan lugar a cuatro conchas marinas, representación indiscutible de la unión con el mar y simbología cristiana en referencia a la madre de Dios como primer sagrario.

Sobre ellas se alzan querubines alados que soportan la estructura cóncava hexagonal donde un broche, custodiado por guirnaldas, representa el rostro de cada uno de los discípulos de Jesús, realizados en madera de limón. Dicho pieza, copiosamente labrada, se finaliza rematada por cuatro perillas para dar paso a una nueva macolla sobre la cual se posan dragones marinos, los cuales, soportan el peso de los cañones, ornamentados con motivos florales, querubines y hojarascas, y nos llevan a nuevas guirnaldas con motivos de verdes olivas, en piedras primorosas engastadas sobre broches, en indisoluble unión a Jesús orando en el Huerto.

Siguiendo los mismos detalles ornamentales, sigue su camino celestial cada uno de los varales, decorados, asimismo, con hojas de palmas y olivo, en inconfundible referencia a la heráldica de la hermandad para concluir en perillas soportadas por caballitos de mar y coronada por cañaíllas en referencia inequívoca a la ciudad, por la abundancia de esta especie en el entorno.

Entre estas salvas que son los doce varales nacen jarras de diseño portentoso a la vez que fino y estudiado. Desde una planta octogonal, prorrumpe el pie de estas jarras. Diferenciando sus caras, nacen cuatro basamentos para cuatro portentosas perillas, que, a forma de protectoras, escoltan un nuevo alzado estrecho del que emergen dos guirnaldas que circundan la parte baja de la misma, encontrándose en dos broches. De estas surgen el vaso inferior, donde nacen las asideras de las mismas y que, nuevamente y en eterna unión con el mar y la mitología, tienen forma de tritones alados, tritones que agachan su cabeza en señal de respeto y pleitesía a la reina y madre de Gracia y Esperanza. En el centro de la jarra una concha protagoniza la representación alegórica hacia el primer sagrario y la vinculación estrecha de esta tierra con el mar. En la parte superior, en confluencia con las alas de los tritones, un nuevo broche con piedra de color verde esperanza y recordatorio del Señor nos conduce, a través de un nuevo nudo, al plato de la jarra, profusamente labrada en dibujos vegetales.

La parte frontal del paso es la encargada de dar luz al bello rostro de María. En la misma, majestuosos candelabros que, a semejanza de la función que cumplían en los palacios reales, desempeñan la función de iluminar, de una forma especial, las instancias de los reyes y el caminar de la reina cada Martes Santo. Las contracurvas utilizadas en los mismos conllevan que el candelabro sea una pieza muy esbelta, cargado de ornamentación y simbología unidas a la hermandad. Piezas de tres pies, cuyos soportes, leones marinos, soportan el peso de la estructura sobre su cola alzada. Entre ambos, un medallón que custodia un óvalo en el que se refleja la simbólica ancla de la Esperanza.

Tras una nueva macolla, con forma octogonal, se eleva una nueva sección del candelabro, estilizado también, en la que se utilizan hojarascas alzadas para dar paso a una nueva sección cóncava, donde vuelven a aparecer broches que sujetan guirnaldas para rodear la pieza en cuestión.

De la parte superior del candelabro que se sustenta sobre grandes conchas marinas, sobre platillo barrocamente decorado, surge la parte fundamental de la pieza: el mechero que sustentará los cirios encargados de dar luz en la estación de penitencia a la madre de Gracia y Esperanza. Dicha pieza, a la par que robusta, está decorada con hojarascas ascendentes, dejando totalmente libre la boca en la que encajará el cirio.

Siguiendo el discurso del paso, en su parte posterior, encontramos los candelabros de cola. Sobre un basamento octogonal de dos plantas cóncavas y convexas, sobre la que se apoya un broche con piedra en color verde, se elevan dos portentosos tritones entrecruzados, los cuales sujetan sobre sus espaldas el nacimiento de los brazos principales, brazos que se dejan caer en formas espirales cual olas del mar, para llegar a la parte ínfima del manto. Otro de los brazos principales se eleva al cielo al buscar la cercanía a la bambalina trasera del palio, realizando diferentes giros hasta terminar en guardabrisas sustentados sobre base de conchas marinas y rematadas por coronas de ornamentos florales.

Curro Claros, en sus ganas y decisión de buscar el mejor de los joyeros para la madre de Gracia y Esperanza y siguiendo los diseños clásicos, cuida cada uno de los detalles para hacer especial cada una de las piezas que conforman este relicario. Para ello, hace que los candelabros de cola estén compuestos por tantos guardabrisas como días duran el adviento, fecha en la que se celebra la festividad de la Esperanza.

Antes de ascender al palio, nos detenemos en aquella pieza encargada de ensalzar a María en Su paso procesional: la peana. Sobre dos plantas ascendentes, de líneas rectas, un canasto de formas cóncavas y valientes dimensiones, se eleva con moldurones que marcan las diferentes caras de las mismas. En la parte frontal, una gran cartela que parte de una concha central. De la misma, surge una gran fuente sobre la que se levantan florales, representando la pureza de la Virgen. En su parte central, una frase recorre toda la cartela: “Dios te salve María, llena eres de gracia”. Oración que le dedicara el ángel Gabriel y se convirtiera en rogativa para todos los cristianos. Nuevamente, toda la peana está profusamente labrada con motivos vegetales. Antes de terminar la peana, destacar que el diseñador, teniendo presente reminiscencias de la anterior, inserta las cabezas de querubines alados en los laterales de la cartela central. De igual forma, mantiene los dos ángeles custodios que portaban las reliquias, piezas que ya existían y se integran, de forma natural, en el nuevo paso.

En este caminar por el diseño realizado por Curro Claros, llegamos a la última pieza, completada por el joyero, que acogerá a la reina y madre de Gracia y Esperanza, en unión a la presea de coronación y manto ya existentes. En este sueño marinero, Curro imagina una combinación entre el terciopelo verde de esperanza y la malla que componen las redes de las barquillas que jalonan el mar cuando los primeros rayos de sol bañan San Fernando en el despertar de cada nuevo día. Una combinación precisa de terciopelo y malla sirven de base para un equilibrado bordado.

La bambalina frontal está dividida en tres calles bien diferenciadas. La parte superior cuenta con crestería bordada que lo dota de una mayor altura. Las dos calles laterales enmarcan con dos hojarascas nuevas conchas que hacen su caminar hacia guirnaldas rodeadas de malla y realizadas en hilo de seda. El bordado sigue su tránsito hacia la parte inferior, donde nuevos bordados, cual anclas, sujetan las morilleras que completan la bambalina, dotándola de un movimiento sin igual.

En la calle central, coronando el frontal, Curro realiza el escudo de la corporación enmarcado en un medallón del que cuelga una nueva guirnalda de mayor tamaño que las otras. En el repertorio de bordados, podemos encontrar nuevamente reflejadas las olivas en clara unión con la corporación nazarena.

En el interior de las bambalinas delantera y trasera, todo el bordado gira en torno a dos cartelas centrales en la que rezan las frases “Gratia plena” y “Spes nostra”.

Las bambalinas laterales siguen el mismo discurso en el bordado utilizado en todo el conjunto. En su interior, se representan las antífonas de la virgen en perfecto hermanamiento con los varales que sustentan el palio, a excepción de los varales exteriores, encargados de limitar las dimensiones del palio.

Como es bien sabido, las antífonas de María son siete. Por ello, Curro acude a una solución para completar el discurso iconográfico de los ocho varales. Recurre al “Ero cras”, representando la estrella que marcó el camino hasta el portal de Belén, en clara referencia al tiempo en el que se celebra la festividad de la Esperanza, a la par que representa a la madre como guía en nuestro día a día.

Para rematar la obra, el techo del palio. Curro crea una pieza sinigual, en la que un broche central es rodeado por malla, que lo diferencia acertadamente del resto del techo. En el mismo queda enmarcada la gloria del palio, lugar donde se representará la Encarnación.

Todo el techo estará cargado de detalles florales, jarras y no exento de simbología, pues en toda la pieza se reflejan doce conchas, representando la protección de María sobre las doce tribus de Israel.

La exposición con todos y cada uno de los bocetos del proyecto de paso de palio permanecerá expuesta en la planta baja del Centro de Congresos

 

 

 

 

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